Esta historia me fue narrada y
encomendada con mucho cariño y fe, para que sea contada a todo el mundo. La
persona que me confió esta historia ya no se encuentra entre nosotros, pero su
legado de paz, amistad, constancia y devoción, seguirán presentes en estas
líneas, que son redactadas como muestra de respeto y admiración.
Corría el año
1935 en un poblado al sur de Lima, en un valle bañado por las aguas del rio
Mala, que albergaba entre sus piedras y totorales, peces y camarones de grandes
antenitas y tenazas gruesas. Los camaroneros con sus sestas hechas de ramas y
fibras enhebradas en forma cónica, peinaban en filas de doce hombres, incluidos
algunos jóvenes, las aguas del rio con
el fin de obtener el preciado crustáceo, fundamental para su comercio y
gastronomía típica. Junto al rio Mala en un
pequeño pueblo alejado del distrito principal, donde aún se siembran grandes campos de manzano y uva pisquera, se encuentra
San José del Monte, lugar donde vivía el personaje principal de esta historia
que se llamaba Albina, la pequeña,
contaba en ese entonces con unos 10 años de edad, era una niña muy alegre,
amable, obediente e inteligente. Era la hermana mayor, por lo tanto debía ser
siempre responsable y comportarse bien para ser el ejemplo de sus hermanos
menores, Albina pasaba los días ayudando a su madre en los quehaceres del
hogar, haciendo sus tareas escolares, cuidando a sus hermanitos y jugando entre
los manzanos ubicados a espaldas de su pequeña casita de adobe. Los días
transcurrían con normalidad en la casa de Albina, su papá que era camaronero y
agricultor, siempre tenía algo que hacer desde muy tempranas horas de la
mañana, ya sea en el campo o en el rio, pero siempre llegaba por la tarde con
alguna penca de plátanos o racimos de uva, para compartir en familia, su esposa
lo esperaba con la comida lista, la exquisita sopa de camarones como solo se
prepara por esos lares, Albina era una niña feliz en su moderada y sobria vida,
pues si bien no había mucha riqueza material, la riqueza que ella más valoraba
era el cariño de sus padres y la unión familiar. Ya de noche, después de cenar
a la luz del lamparín de kerosene, su papá los arropaba y les leía algún
cuento, luego les pedía que digan sus oraciones, como antes se acostumbraba, se
arrodillaban los niños al pie de la cama que compartían y juntando las manos
rezaban una oración para no tener pesadillas y dormir tranquilos. Esa era una
especie de ritual para ellos, que muy felices realizaban.
Horas más tarde, esa misma
noche de media luna, una extraña lluvia cayó en el pueblo, el ruido de las
gotas al golpear la calamina iba en aumento y no dejaban dormir tranquila a
Albina, además fuertes vientos huracanados como nunca antes se habían sentido
en el pueblo, querían llevarse los techos de las casas, de repente afuera se escuchaban gritos
de mujeres, quejidos y llantos de niños, todos salían de sus casas, pues
estaban siendo desalojados por la fuerza la naturaleza, todos marchaban rumbo a
la iglesia que quedaba muy cerca, cargando a sus niños, niños cargando a sus
mascotas, otros con sus bienes más preciados, algunos solo con lo que tenían
puesto, había mucha desesperación y miedo, los papás de Albina, agarraron a sus
hermanos menores y se disponían a salir de casa cuando de repente el techo de
la casa salió volando por los aires como si alguien hubiera destapado una olla,
sumado a esto la lluvia y la oscuridad hizo imposible ver algo, una pared se
derrumbó atrapando una pierna del padre de Albina, mamá tenia a sus hermanos y
logro salir, ayudada por los vecinos, algunos hombres se acercaron para ayudar alumbrando
lo que quedaba de la casa con sus linternas y lámparas así lograron sacar de
entre los escombros al papá de Albina que se encontraba un poco maltrecho sin
embargo ella seguía sentada en su cama sin poder moverse sin saber a dónde ir o
que hacer, todo estaba lleno de tierra, su cabello, su ropa, su cama, sus
cosas, todo alrededor estaba de barro,
escuchaba su nombre a lo lejos, como si
alguien la llamara, era su madre quien lloraba desesperada por no haber podido
sacar a su hija de lo que quedaba de su hogar, Albina alumbrada por la luna, sale
de la cama, buscando la salida, atraviesa su sala, pero no encuentra la puerta
o mejor dicho estaba bloqueada por ladrillos de abobe y maderas, ella se quedó
parada ahí en mitad de la sala, cuando una visión de un futuro sin ella, la
embargo y lleno de tristeza, se imaginó a sus padres llorando por ella, a sus
hermanitos tristes, a sus amigos del colegio llevando flores y velas, su
carpeta vacía, los arboles de manzana secos y sin frutos, en eso Albina levanta
la mirada, una pared comenzó a desmoronarse, sin duda la iba a aplastar, iba a
poner fin a su pequeña y corta existencia, Albina cerro los ojos, esperando el
golpe, pero en lugar de eso sintió un
abrazo, un abrazo cálido como el que daba papá o mamá, su cuerpo mojado por la
lluvia sentía un calor reconfortable y por sus pupilas cerradas se coló una luz
blanca como cuando sale el alba, de repente Albina abrió muy despacito los ojos
y se encontraba entre los arboles de manzana detrás de su casa y sosteniendo
una gran pluma blanca en su mano. Se quedó parada unos minutos sin poder
moverse o sin comprender lo que había ocurrido, camino hasta las luces que veía
cerca a su casa y vio varias personas buscando entre lo que quedaba de su casa,
se aproximó hasta ellos para dar un grito desesperado de : “Mamá”, quebrando ese
silencio fúnebre, el mismo que hizo a
todos dar media vuelta, era Albina que salía del campo, su mamá corrió a
abrazarla, su papá cojeando sonreía y lloraba también, todos se sintieron
aliviados y se dirigieron a la iglesia del pueblo en busca de refugio.
Después, muy temprano por
la mañana se encontraban ya los hombres tratando de recuperar sus pertenencias
o lo que pudieran rescatar removiendo los escombros de sus casas,
afortunadamente no hubo ninguna pérdida humana, solo pérdidas materiales
recuperables con trabajo y esfuerzo. Los padres de Albina también limpiaban su
casa, removían maderas, sacaban mesas y ponían los colchones al sol, en eso la
mamá de Albina le pregunto: ¿Hijita como apareciste en el campo?, ¿Por dónde te
saliste? La niña con una gran sonrisa y muy segura de sus palabras le dijo: Anoche
cuando quede sola, estaba por caerme encima una pared de la sala, mas yo no
podía moverme, cerré mis ojos y en eso vino mi ángel de la guarda y me saco de
la casa y me dejo en la chacra, lo abrace tan fuerte que le saque una pluma, esta
de acá, vez mamá, enseñándole una pluma blanca como prueba de tal prodigio. Papá
sonrió y dijo nunca dejes de rezarle a tu ángel de la guarda. Nunca dejare de
hacerlo papá. Su mamá también sonrió al escuchar este relato asombroso.
Así, las cosas mejoraron en San José del Monte para
todos, luego de algunos años Albina y su familia se mudarían a la capital en
busca de un futuro mejor, el mismo que lograron, según ella gracias a la pluma
del ángel. La vida de Albina continuo llena de unión familiar, salud y fortuna,
nunca dejo de darle gracias a su ángel de la guarda, antes de acostarse le
rezaba con mucha fe y su historia paso a sus hijos, sus nietos y según sé hasta
sus bisnietos, alguna vez también tuve la fortuna de ver en la sala de esta
conocida mía, un cuadro que contenía una pluma blanca, blanca como los cabellos
de Doña Albina, aun la recuerdo sentada en el mueble de su sala, narrándome esta
linda historia, que espero sea contada por muchas más personas y no se pierda.
Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de
día. No me dejes solo que me perdería. Hasta que amanezca en los brazos de
Jesús, José y María. Amén.
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